La Sexta se encontraba en su semana de guardia obligatoria dictada por Comandancia, cuando salió al último incendio declarado. La mayoría de los guardianes se habían retirado en la mañana de ese jueves 26 de junio, cuando cerca de las diez de la mañana el silencio del cuartel se rompió con el timbre. Rápidamente buscamos el uniforme junto a mi Teniente Segundo Juan Pablo Hernández para tripular el carro, esperando el tono que por su gravedad nos llamó al B-6.
Nuestro Cuartelero y conductor Luis Catalán, sólo preguntó cuántos íbamos para ayudar a coordinar las tareas al llegar al lugar. 10-0 Incendio estructural fue la primera información de la Central de Alarmas que nos llevaría hasta el Pasaje Las Petunias 015 de Inés de Suárez.
En nuestro trayecto nos acompañaron motoristas de Carabineros para cortar el tránsito y ya nos esperaban en el lugar, cuando se dio la Alarma de Incendio: la casa estaba envuelta en llamas.
Armamos la línea uno con mi Teniente, que ordenó hacer búsqueda antes de trabajar apagar el fuego, pues los vecinos nos indicaron que había dos niños al interior de la vivienda. Nos fue imposible llegar hasta ellos porque el fuego que salía por las ventanas y puerta principal era abrazador.
Apenas llegó el agua nuestro primer instinto fue abrir el pitón hacia los costados para bajar la temperatura, mientras algunos vecinos insistían en que aún estaban los niños. Tras ingresar junto a un tercerino completamente equipados, realizamos la búsqueda con la convicción sólo de encontrar a los pequeños.
Tras hallar a uno de ellos, mi ERA arrojó la alarma, por lo que debí salir a reponer la botella e informar al Comandante de que ya teníamos a uno. El silencio era el fiel testigo de que ya todos habían comprendido: no alcanzamos a sacarlos.
El fuego destruyó una familia y una vivienda, pero gracias a nuestra acción no hubo mayores daños que lamentar en otras casas, hay ocasiones en las que pese a seguir los procedimientos y hacer el trabajo en el más corto tiempo no alcanza para lograr el principal objetivo: salvar vidas.
Sentir miradas cabizbajas de los bomberos y los vecinos, que de vez en cuando se dirijían hacia los desgarradores llantos de la madre, fue algo especial: el primer incendio al que llegaba con víctimas al interior sin poder rescatarlas.
El B-6 fue el último móvil de bomberos en retirarse del lugar, tras guardar el material desplegado y que llegamos a ordenar en el cuartel para no extender la angustia de los pobladores que nos miraban preguntando ¿por qué?
En nuestro trayecto nos acompañaron motoristas de Carabineros para cortar el tránsito y ya nos esperaban en el lugar, cuando se dio la Alarma de Incendio: la casa estaba envuelta en llamas.
Armamos la línea uno con mi Teniente, que ordenó hacer búsqueda antes de trabajar apagar el fuego, pues los vecinos nos indicaron que había dos niños al interior de la vivienda. Nos fue imposible llegar hasta ellos porque el fuego que salía por las ventanas y puerta principal era abrazador.
Apenas llegó el agua nuestro primer instinto fue abrir el pitón hacia los costados para bajar la temperatura, mientras algunos vecinos insistían en que aún estaban los niños. Tras ingresar junto a un tercerino completamente equipados, realizamos la búsqueda con la convicción sólo de encontrar a los pequeños.
Tras hallar a uno de ellos, mi ERA arrojó la alarma, por lo que debí salir a reponer la botella e informar al Comandante de que ya teníamos a uno. El silencio era el fiel testigo de que ya todos habían comprendido: no alcanzamos a sacarlos.
El fuego destruyó una familia y una vivienda, pero gracias a nuestra acción no hubo mayores daños que lamentar en otras casas, hay ocasiones en las que pese a seguir los procedimientos y hacer el trabajo en el más corto tiempo no alcanza para lograr el principal objetivo: salvar vidas.
Sentir miradas cabizbajas de los bomberos y los vecinos, que de vez en cuando se dirijían hacia los desgarradores llantos de la madre, fue algo especial: el primer incendio al que llegaba con víctimas al interior sin poder rescatarlas.
El B-6 fue el último móvil de bomberos en retirarse del lugar, tras guardar el material desplegado y que llegamos a ordenar en el cuartel para no extender la angustia de los pobladores que nos miraban preguntando ¿por qué?
Tranquilidad es el sentimiento que junto a mi Teniente Segundo nos embargó en nuestro cuartel, ya que tras conversar con nuestros voluntarios más antiguos y ver que lo realizado fue acorde a lo que entrenamos cada vez, no podíamos sucumbir ante la experiencia de haber perdido dos vidas inocentes. Casi diez dias debieron pasar para hacer dar forma al relato de un incendio que se llevó a dos niños, ahora no cabe otro momento para detenerse a pensar en el pasado, sino cómo seguir mejorando en nuestra capacitación y tiempo de respuesta para entregar un eficaz servicio a la comunidad.
Autor: Rodrigo Guarda O.
Secretario de Compañía
Autor: Rodrigo Guarda O.
Secretario de Compañía
Fotografía: Diario El Austral de Los Ríos
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